El acoso sexual y laboral en el servicio social
Por: Arely González Rodríguez y Giovanni Z. García Rojas
Uno de los requisitos para poder graduarte de toda universidad, es cumplir con un “servicio social” obligatorio, el cual consta de 480 horas, el cual puede ser cancelado o alargado “si te portas mal” o “le caes mal al JEFE encargado del área” donde decidiste ir como voluntario. No siempre puedes quejarte o pedir ayuda, ya que algunas universidades te apoyan pero no del todo, te pueden dar dos opciones, una es cancelar el servicio para que empieces en el siguiente periodo, pero en otro lugar, o la otra que es reasignarte a otro lugar u otra área que no tienen nada que ver con tu carrera, pero si, debes cumplir con éste requisito.
Elegir algún espacio para regalar tu tiempo no es fácil. Al principio no sabía si irme al sector público o privado, pero después de analizar todo lo que podría obtener, ganar y aprender, decidí ingresar a una dependencia de gobierno, porque quería lograr toda la experiencia laboral posible en mi área, para así pulir y darle brillo a mi Currículum Vitae. Entré con ganas, emoción y muchísima energía a cumplir con mi responsabilidad en un lugar donde pasaría los próximos seis meses yendo y viniendo de la casa a la escuela, de la escuela al servicio y del servicio a la casa.
Como cada prestador de servicio social, el primer día lo consideré increíble, lleno de cosas buenas y nuevas, pues conocí a bastantes personas que compartían un gusto similar al mío, también me encontré a compañeras de la universidad, unas estaban por concluir y otras eran novatas al igual que yo. El ambiente en un principio se tornó agradable, quizás demasiado ameno, pues en el aire a parte de lograr identificar el aroma del café de la región, se podía respirar un ambiente de paz y armonía,
¡y carajo!, no siempre puedes tener esto todos los días, era una oficina muy tranquila, pues me sentía como en casa.
Durante los días posteriores fui conociendo a cada uno de los encargados de cada área: al responsable de recursos humanos, a los coordinadores, delegados, directores y otros más que me iban presentando mientras realizaba mi servicio social. Todas estas personas los noté muy preparados, capacitados para su puesto y por supuesto, muy amables. Al transcurrir de los días, el director de nuestro departamento, se dio cuenta que en la oficina había nueve compañeras (todas de Servicio Social) que hacían un trabajo excelente, y que además de cumplir con las tareas básicas de la oficina (sacar copias, llevar el café con dos cucharadas de azúcar o realizar algunos oficios) realizaban actividades más serias en cuestión a la gestión de nuestra área, una de esas nueve mujeres seleccionadas fui yo.
El jefe de ésta pequeña área nos llamó para decirnos “Señoritas, hacen excelente trabajo, ahora que ya hay mucho trabajo, las vamos a dividir en grupos de tres y cada una va a trabajar en un área diferente a la que entraron originalmente. No va a cambiar mucho, porque toda ésta secretaría se dedica a la agricultura, ganadería, desarrollo rural, pesca y alimentación.”
Me sentí emocionada ya que me otorgaron un área con base a mis estudios y conocimientos, el responsable del área parecía un hombre recto, inteligente y serio. Aprendí muchas cosas, me explicaba al pie de la letra cada cosa que debía realizar, incluso llegué a pensar que yo le gustaba.
Pasaron los días y por cuestiones de trabajo tuvimos que salir de la cuidad, confié en esa persona ya que sus tratos hacia mi persona siempre fue bueno. Poco a poco nos alejábamos más y más de la ciudad la conversación cambió de pronto, dejó de preguntarme de la escuela, del trabajo y de las actividades cotidianas de la oficina y comenzó a realizar preguntas muy personales, que si tenía novio, que yo le parecía muy guapa, que era muy inteligente, capaz y sensual.
Pensé que eran halagos normales, solo sonreí y me apené un poco, llegamos al lugar y trabajamos hasta que nos dio la noche, regresamos a la ciudad y fue cuando me llené de temor e incertidumbre, comenzó a preguntar cosas de sexo, cosas muy personales, me toco la pierna, solo quite su mano y sonreí para que no se notara mi miedo profundo, volvió a tocar mi pierna pero ahora más arriba casi cerca de mi vagina, yo quería decir basta y bajarme del auto pero no lo hice, sólo por una razón, era media noche, no tenía señal en el teléfono, no sabía dónde estaba y nuca vi pasar un solo auto en las más de tres horas de recorrido, no me iba a arriesgar a que me pasaran cosas peores, así que continúe en el viaje sin decir nada, al llegar a la ciudad me dijo: Me gusto el viaje contigo, hay que salir más seguido. Solo sonreí y pensé “Que se vaya al carajo, señor rabo verde”.
Ya no quería ir al servicio al siguiente día pero ya iba a la mitad, no lo iba a dejar, era lo último que me faltaba para graduarme, así que fui y les conté a mis compañeras que el jefe del área me había querido abusar de mí. Descubrimos que a ellas también les había pasado este tipo de acoso, nos llenamos de valor para decirle al director general de lo sucedido, pero no nos creyó, y dijo que si seguíamos de revoltosas no nos liberaría el servicio, así paso estuve más de un mes siendo acosada al igual que mis compañeras, todo por liberar y graduarnos a tiempo, es algo que no deseo que le pase a nadie. Terminado mis estudios, denuncié al bastardo ese pero nunca procedió la denuncia ya que es un hombre con muchos amigos e influencia.
Este tipo de acoso como el mío le pasa a muchas chicas e incluso chicos universitarios que están realizando su servicio social, que por temor a que ya no les firmen o se los den de baja, aceptan cualquier trato con el fin de no iniciar nuevamente su servicio social, ya que es un requisito para graduarse. Debemos unirnos, luchar y exigir para que nuestras universidades velen más por los derechos de los universitarios en los lugares donde los alumnos van a realizar su prestación.
¡Exigimos respeto y el respaldo de nuestras Instituciones!
¡Los encargados de las áreas no son seres intocables, basta de verlos así!
Si nos dañan de alguna manera debemos evidenciarlos, no podemos seguir permitiendo esta clase de abusos.
Lo peor que puedes hacer es quedarte callado.
El acoso sexual y laboral en el servicio social
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