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¿Qué estarías dispuesta a sacrificar por un hijo?

Por: Arely González Rodríguez y Giovanni Z. García Rojas
Esa pregunta se la hice a mi madre hace un par de días y su respuesta me hizo pensar mucho, más de lo que esperaba, puesto que cuando eres menor de edad, lo que más quieres en disfrutar de la juventud, de la adolescencia y de lo que esté a tu alcance. Pienso que todo esto, se lo arrebaté. Ella me tuvo a muy temprana edad, y dejó a un lado todo lo que un joven quisiera tener, esa libertad para hacer las cosas.

¿Qué fue lo que dejó? ¿Qué fue lo que aprendió a hacer? ¿Cómo hizo para sacarme adelante y poder sobrevivir en éste ‘Planeta Escoria’? ¿Cómo trabajó? ¿De qué vivió? ¿Qué fue, cómo, dónde…? Preguntas y preguntas invadian mi cabeza, y sin embargo, ella las contestaba una a una. Nunca nos guardamos secretos entre mi madre y yo, nunca. Conocía tanto de mí y yo tan poco de ella, se enteró de cada amor y desamor que pasé, le conté todo y al mismo tiempo se lo negué, sin embargo, las madres conocen cada paso, cada mentira y cada secreto.

El libre diálogo dio paso a la honesta e iracunda sinceridad, y la sinceridad a veces suele ser más potente que un dardo envenenado, pues puede que te consuma, pero quizás te vuelve inmune a ciertos acontecimientos de la vida, te prepara y te hace más fuerte. Cada consejo que ella me daba, hacía eco en mi cabeza. Me decía exactamente “hija, no hagas esto o hija, no hagas lo otro”, porque me dejaba libre, pero al mismo tiempo me decía “hija, debes de tener cuidado con lo que haces y a los lugares que vas, también fijarse con quién te juntas. Recuerda que seré consejo, pero no tu juez.”

Mi madre para poder tenerme viva y entre sus brazos, tuvo que abandonar sus estudios, muy complicadamente logró terminar el bachiller, también dejó a un lado su vida social, que incluía fiestas, salidas a cualquier lugar, tomar el café y echar chisme con las amigas. Hizo a un lado sus sueños por tenerme cerca, por verme crecer. Me contaba entre líneas que quería estudiar la universidad y lograr así una maestría, pero que estos anhelos de crecer se hicieron a un lado, ya que tuvo que casarse con mi padre y cumplir con el modelo de “la familia tradicional ¿y que incluía esto? Preguntarán. Básicamente es barrer, trapear, planchar, lavar ropa, atender “al gruñón” (mi padre) y soportar la visita sorpresa de la suegra, la cual, gritaba más que un acarreado a un mitin político.

Mi madre abandonó otras cosas. Dejó de maquillarse, porque a los ojos del gruñón “era perfecta”, la verdad es que se veía que “en la familia tradicional” lo único que se quería rescatar, son los valores conservadores para la mujer, que son “no grito, no hablo de más y obedezco”. Detesto este modelo patriarcal, pero bueno, regresando. Mi madre, a sus 17 años tenía la mirada en viajes con papá y mamá (mis abuelitos queridos y amados), en algunos temas de interés para cultivarse a sí misma, a tener una buena alimentación y en pensar cosas que sólo ella tenía, todo esto, todo, lo abandonó, para poder atender si estaba enferma o no, si quería comer, para ver si el pañal estaba sucio.

Dejó de ver sus telenovelas y empezó a buscar contenido educativo para mí, bueno, por lo menos eso estuvo bueno. No crecí viendo basura comercial, ni cosas típicas que veían esos niños, por esa parte, lo agradezco. Algo que si rescato también a mi madre, fue que obligó al gruñón a cambiar su alimentación no tan sana, por una completamente sana. Se preocupó enteramente por la familia, y le despreocupaba si tenía saldo o no en el teléfono.

Es muy difícil comenzar una vida nueva cuando apenas tienes 17 años de edad, y más cuando tienes una boca extra que alimentar. Cambias tus intereses y necesidades, pues ya no son dos, sino tres. No existe un manual donde que diga “Wey, ya la cagaste, pero no te preocupes, te enseñamos paso a paso cómo ser un buen papá y mamá”.

Cuanto amo a mi madre, y más cuando me dice “hija, el día que naciste fue el mejor día de mi vida”, yo por lo contrario dije, “mamá, sabemos tanto tú, como yo, que te arruiné la vida. Fui una hija no planeada”, mi madre por el contrario contestó, –No. Te equivocas, un hijo nunca arruina la vida de los padres. La hacía más complicada, sí, pero esta  es una aventura que me agrada tener, yo aprendí mucho contigo. Mira que cambié “La Rosa de Guadalupe” por programas educativos, le dije a tu padre que deberíamos cambiar la comida si queríamos verte graduarte de la universidad. Vaya hija, que por ti crecí como persona, me hiciste crecer, corazón. –comentó con una voz llena de dulzura y ternura que sólo ella tenía como característica.

Entre mis interiores, pensé que le arruiné la vida a mi madre, además sus sueños y las esperanzas que tenía por estudiar, las tiró por la borda porque yo iba a nacer, comprendí que deseada o no, mis padres me amaban y que todo lo darían por mí. El gruñón y mi madre, sacrificaron todo por mí, trabajaron incansablemente de sol a sol, para darme dinero y comprarme ropa, salir con mis amigos, una oportunidad para estudiar la universidad y empezar a transformarme en ésa persona “preparada para el mañana”. Estoy orgullosa y feliz de tanto amor, de tanta miel y tanta regañiza que me dieron, todo eso, valdrá la pena.

Hay cosas que puedes cambiar si estás a tiempo. Ames o no, a veces tienes que tomar una decisión que no siempre es buena para todos, pero sí para ti. En éste momento estoy muy nerviosa, tengo miedo y estoy sola, pero no me siento así, porque los tendré siempre a ellos. Me encuentro en una clínica, estoy esperando a que me hagan un legrado, pues estoy embarazada y tendré que abortar.
¿Por qué le hice todas esas preguntas a mi madre? No, no soy una persona de doble moral, sino que las palabras de mi madre me motivaron a hacerlo, “hija, estoy muy orgullosa de ti y sé que haces un buen trabajo en la escuela. Todo nuestro sacrificio valdrá la pena.”. Sí, no quiero y ni voy a decepcionarla, además no quiero repetir una historia, pues realmente no quiero un bebé ahora. Algunos me llamarán cobarde, otros, asesina. No soy cobarde ni asesina, sólo que no estoy preparada y porque tengo un largo camino por recorrer aún.

“Un niño es muy lindo, es el mejor regalo que puedes recibir, pero no a una edad temprana. Debes comerte al mundo. Debes salir, viajar, superarte, fracasar y levantarte. Sentir la vida y vivirla al máximo. Llegará el momento indicado con el hombre adecuado, pero hija no te apresures.” Palabras de mi madre, sabio consejo. Tendré mayor precaución y utilizaré algún método anticonceptivo para no regresar a una horrible clínica para abortar…
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