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EL HOMBRE MALTRATADO SI EXISTE


Cada año me hacía la misma pregunta, ¿Por qué el mes de mayo tenía que ser tan lluvioso y poco productivo? Habían pasado ya casi 4 lustros desde que llegué a éste mundo, y en realidad no me quejaba de mi situación económica. Mis padres, mis cuatro hermanos y yo, éramos una típica familia de 1986, nos gustaba el futbol, veíamos la televisión, íbamos a misa en la mañana y paseamos al frufrú después de la ceremonia.

            Mi padre empezó a trabajar en aquella empresa automovilística que había llegado a la ciudad en 1967, ya eran 19 años que él prestaba su servicio a aquel empleo que tanta comodidad nos ha dado. Mi madre por otro lado, era ama de casa y su única preocupación éramos nosotros, sus  hijos. Cada mañana preparaba el desayuno para todos, y se levantaba a las cinco, para que a las siete todos nos reuniéramos para poder empezar el día juntos y con una sonrisa, pero sin nada de prisa.

            Todos mis hermanos ya estaban por concluir sus estudios universitarios, cada quien había decidido dedicarse a actividades que no tuvieran relación con la industria automotriz, sin embargo, yo quería seguir el ejemplo de mi padre e iniciar una tradición en la familia, la de trabajar en la empresa alemana que había llegado a México algunos años atrás. Entré a la universidad para estudiar la ingeniería en sistemas automotrices, con el fin de tener un mejor puesto en la empresa donde trababa mi padre, y así obtener más comodidades y lujos. Soñaba tener un auto deportivo, una casa tan lujosa como la de Michael Jackson y una familia tan grandiosa como la que habían formado mis padres. 

            De mayo del 86, pasamos a agosto del mismo año. Ya había ingresado a la universidad y mis primeros días fueron tan pícaros y con aire de grandeza. Cada vez que salía de casa, iba sacando el pecho como signo de fortaleza y seguridad, y así entraba al salón de clases. Éste comportamiento me dejó un seudónimo que hasta la vez sigo conservando gracias a la memoria de todos, el “Pecho de Halcón” me gritaban en el salón de clases.

            Fue precisamente en alguno de aquellos días de agosto donde vi por primera vez a una mujer tan bonita. El día era tan lluvioso que no había lugar donde protegerse de la lluvia. Me quedé cautivado con aquella mirada perdida que ella buscaba proteger con un feo bolso color naranja. Miraba en cámara lenta como el agua recorría su rostro, y acariciaba sus mejillas. No dude en ir corriendo para ofrecer ayuda, y aunque no tenía un paraguas para protegerla, saqué una chamarra porque tenía una necesidad de protegerla. Ésta sería la primera vez que nos hablaríamos, le pedí el número telefónico para poderle hablar por las noches. 

            Pasaron tres semanas después de aquella accidentada presentación, y por fin me decidí a hablarle. Tenía miedo, porque antes me había contado que su padre era muy celoso, y que no le gustaba que le llamaran a altas horas de la noche, en caso de que él respondiera. Para mi suerte, ella respondió la bocina y descubrí que estudiaba en la misma universidad, pero en otra facultad, también me enteré que vivía cerca de mi casa. Nos pusimos de acuerdo para irnos a la universidad o para regresar de ella, empezamos a salir, pasaron dos meses haciendo rutina y enamorándonos de poco a poco, cuando menos me ella se lo esperaba, decidí pedirle que fuera mi novia, ella aceptó sin dudarlo.

            Al platicar más con ella, me fui dando cuenta de la situación económica que ella atravesaba. A diferencia de mi padre que trabajaba en un empleo que nos daba una vida llena de comodidades, su padre trabajaba en la central de abastos como diablero y su madre trabajaba vendiendo productos por catálogo, éstas actividades no le permitían tener los lujos que yo gozaba. Mi novia era tan guapa, pero yo sentía vergüenza salir con ella porque cada vez que dábamos un paseo utilizaba la misma ropa, los mismos zapatos y el mismo bolso naranja que llevaba cuando la conocí. Decidí pedirle dinero prestado a mi padre, le expliqué que era para una buena causa, él entendió y a partir de allí empecé a darle una vida de lujos a una mujer que jamás había comprado por placer, sino por necesidad.

            Nuestro noviazgo duró más allá de nuestra graduación de la universidad, pero ya la había acostumbrado a una vida de lujos, realmente no me importó porque le amaba tanto y quería formar aquella familia que tanto deseaba.

            Habían pasado ya cinco años desde que ingresé a la universidad, y unos pocos de haberme graduado. Comencé a trabajar en la misma fábrica de automóviles con mi padre, pasó un año y ahorre lo suficiente para comprar una casa, un auto sencillo, ropa y un perro. Pensé que era el momento para hacer mi vida con ella, y lo hice, le pedí matrimonio. De inmediato ella aceptó y nos cansamos 7 meses después, éramos la pareja más feliz del mundo, tuvimos dos hijos, les di  una mejor vida que la que yo tuve.

Todo iba marchando perfectamente bien, hasta que después de dedicarle a la empresa 19 años de mi vida, me despidieron con una liquidación de tristeza. No sabía qué hacer, nunca pensé en ahorrar, todo el dinero que ganaba lo gastaba en lujos innecesarios para mi esposa y mis hijos.
Después de mi despido por “Recorte de Personal”, me dirigí a casa para decirle a mi familia de lo ocurrido y esperar una respuesta motivadora, lo único que recibí fueron palabras altisonantes y una amenaza de mi esposa, aún recuerdo -“si no consigues un trabajo igual o mejor, me voy de tu vida y me llevo a mis hijos”. Y así con el gran amor que les tenia y las palabras de mi esposa comencé a buscar trabajo en los anuncios clasificados de los periódicos.

Salía todos los días a entrevistas de trabajo. Al principio me rechazaron de todo porque decían que no tenía experiencia, o que ya no había vacantes. Afortunadamente conseguí un empleo modesto que me permitía ganar la mitad de sueldo que recibía en mi anterior trabajo. Todo iba bien con mi familia, podía mantener sus lujos, pero sin darme cuenta comenzaron a llegar las facturas de tarjetas con recargos y deudas de meses hasta que no podía liquidar con el poco dinero que me pagaban.

Le comenté a la familia que los gastos reducirían porque de seguir así, nos iríamos a la banca rota. A ellos no les importó porque querían mantener ése estilo de vida que yo les había inventado. Ése día fue el primero de tantos, fue el día que recibí un primer golpe por parte de mi esposa, de aquella mujer que antes cargaba un bolso feo color naranja, y que utilizaba la misma ropa por días. Me dijo: “tú eres el hombre de la casa, y por lo tanto el sustento de la misma, así que debes solucionar éstos problemas tú solo y darle todo lo que ésta familia necesita”.

Conseguí otro empleo y como pude pagué casi todas las deudas, pero los intereses crecían y crecían, hasta que no pude más y comenzaron a embargar las cosas de la casa. Me sentí el hombre más humillado, todos los vecinos se burlaron de nosotros y como era de esperarse, mi esposa me golpeo una vez más, ahora con el cable de la plancha. Quedé muy lastimado y ése mismo día, mi familia me abandonó.

Trabajaba de día y noche, dormía 3 a 4 horas como máximo. Todo esto lo hacía por amor a mi familia. Después de rogarle a mi esposa para que regresara a mi vida, ella se negó, me golpeó con lo primero que encontró y me demandó por pensión alimenticia, comencé a exigirme más y más hasta que llegó a un punto que mi cuerpo no resistió y enfermé de gravedad. Estaba preocupado, ya que si no le pagaba completa la pensión a mi esposa, ella me golpearía de nuevo. Por mi enfermedad me despidieron de mis empleos, mi esposa me quitó todo o lo poco que yo tenía.
A cada persona que le cuento mi historia, la crueldad y los golpes que recibía por parte de mi ex esposa, se burlan diciendo que soy una marica, cobarde y que no merezco ser hombre.
Después de pensarlo mucho tiempo decidí tomar una salida fácil, para evitar más dolor, el dolor de no darle lo mejor a mi familia. Mis últimas palabras para ellos… Los amo, y sé que no podré estar para darles lo que ustedes quieren, pero los cuidaré desde allá arriba.
Después de éstas palabras, éste hombre decidió suicidarse. Las personas, lejos de ayudarle se burlaban de él, diciéndole cualquier cosa que no le traían aliento, sino tristezas, desesperación y deseos de muerte.

En 2014 se registraron 6 337 suicidios, 98.1% de ellos (6 215) ocurrieron en ese mismo año; estos últimos representan 1% del total de muertes ocurridas y registradas en 2014, colocándose como la décimo quinta causa de muerte a nivel nacional, con una tasa de 5.2 decesos, lo que muestra un aumento respecto a la tasa de 2013, que fue de 4.9 muertes por cada 100 mil habitantes. Al igual que en los niveles mundiales, los suicidios en México presentan una tendencia creciente; entre el año 2000 y 2014, la tasa de suicidios aumentó de 3.5 a 5.2 por cada 100 mil habitantes. El suicidio en México es un fenómeno que presenta significativas diferencias por sexo, las cuales se han mantenido e incluso aumentado en el transcurso del tiempo; en 2014, la tasa de mortalidad masculina por esta causa fue de 8.5 y en mujeres de 2.0 por cada 100 mil, para ambos sexos, la tasa de 2014 resulta la tasa más alta de muertes por lesiones autoinflingidas desde el año 2000.

El comportamiento de los suicidios en 2014 por entidad federativa, muestra que Campeche (10.2), Aguascalientes (8.6), Chihuahua (8.4) y Yucatán (8.4), son las entidades que presentan mayor tasa de suicidios por cada 100 mil habitantes, respectivamente. En tanto que Oaxaca (3.4), Morelos (2.8), y Guerrero (2.1), presentan las tasas más bajas.[1]

Una sociedad machista donde él hombre se ve como un todo poderoso, macho y  fuerte, no está “bien visto” que el hombre pida ayuda cuando su mujer lo agrede ya sea física o psicológicamente, existen centros de ayuda donde pueden acudir sin el miedo a ser señalados “Apoyo a los hombres maltratados olvidados por la ley de violencia de género”, es el nombre de una página de Facebook en la que se ofrece asesoría legal y psicológica a los varones que sufren violencia de cualquier tipo por sus parejas, ante la falta de instituciones que atiendan esta problemática en la mayor parte de los estados.



[1] http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/aproposito/2016/suicidio2016_0.pdf
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