Ya no hay que olvidar a los que siempre han sido olvidados
Por: Anuar Ángel Hernández Ruiz


Al recorrer Tlapanala, una cabecera municipal ubicada en la zona de desastre del sismo que sacudió el centro del país en pasado mes de septiembre, me encontré con una historia de aquellas personas que literalmente perdieron todo.
Don José, un anciano humilde que vive en el centro de la comunidad veía con nostalgia lo que alguna vez fue su casa, un tejado que rosaba el suelo y anchas paredes de adobe cuarteadas y aun así con un día de diferencia del siniestro había un pequeño camino sinuoso perfectamente despejado y limpio que iba de la barda del jardín a la pequeña casa, lo más impactante es que el techo estaba soportado sobre la barda lo que significaba que un espacio de 10 metros que era la distancia de la barda al punto más alejado de la construcción el señor tenía posibilidades de morir por la caída de un pedazo de techo
La casa sin lugar a dudas tenía que ser demolida pero ¿Por qué una persona se quedaría un día después y construiría un camino provisional para entrar a su casa? Don José apenas y podía caminar usaba una andadera con un soporte improvisado seguramente tardó horas en limpiar el espacio que conducía de la calle a la casa, tristemente lo que lo aferraba a ese lugar era el recuerdo de su esposa que había muerto el año anterior y lo único que lo conectaba con ella era su hogar.
Esa casa encerraba en su interior recuerdos de su familia y ahora no quedaba nada, a lo mejor Don José pensaba que su esposa se convertiría en el recuerdo del recuerdo, tuvo que ir al albergue y su casa fue demolida y no se con certeza si viva con algún familiar que habite en el pueblo o tenga que salir de este, si no quería salir de una casa que se caía a pedazos cómo será para él salir del lugar que siempre fue su hogar.
Historias como estas se repitieron en todo el centro, centro sur y sureste del país, los sismos no sólo derrumbaron edificios, sino cambiaron vidas por completo, estos siniestros fueron pruebas para la sociedad civil y al gobierno que miraron nuestra capacidad de acción y nuestra organización.
Ya no podemos olvidar a los que siempre han sido olvidados, Don José nunca se imaginó que vendría ayuda de todo el país, pero llegó y a montones, nunca nadie se había interesado por él o por lo que sucedía en su pequeño pueblo.
¿Cuándo llegará el día en que dejemos de centralizar las decisiones y empecemos a actuar para todos?
Que nuestra participación en apoyo a los comunidades deje huella y marque el inicio de una mayor inclusión social.
No dejemos que esto se olvide, porque como Don José, todos somos mexicanos.
Ya no hay que olvidar a los que siempre han sido olvidados
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