Consuelo
Por: Samuel Schdmit Nedvedovich

Nos reunimos en Israel con 4 familias que recibieron órganos que donó nuestro querido hijo Adam. Al irse hizo realizó un acto de amor y la mejor de las acciones posibles, entregar vida. Nosotros solo firmamos los documentos autorizando lo que el hubiera querido hacer porque siempre hizo el bien.
Cuando nos preguntaron en el hospital si estábamos de acuerdo en que tomaran los órganos, preguntamos que órgano querían, y ante la respuesta de cuál queríamos donar, nos pareció lógico decir que tomaran lo que quisieran, mientras más bien se hiciera mejor.
Usualmente se trasplanta hígado, corazón, riñones, páncreas, pulmones, intestinos, córneas, al poderse trasplantar un riñón y un pulmón se pueden salvar ocho vidas y eso es lo que hicieron. A dos personas le trasplantaron un pulmón a cada una, igual hicieron con los riñones, y decidieron no tomar el corazón. Por desgracia uno de los que recibieron pulmón falleció al año y los demás van mejorando su condición médica. Uno de ellos ya no se movía, otra pasaba días interminables en el hospital.
La reunión fue muy emotiva porque chocaban los sentimientos. La muerte y la vida se daban la mano. La desgracia de una familia fue la alegría de 7 familias.
Nos preguntaron si la situación nos causaba consuelo. No. Nunca tendrás consuelo por un hijo que se va, con la suspensión abrupta del futuro, la perdida no se compensa con la alegría de ver a las otras familias que se abrazan y que sintieron que les sucedió un milagro cuándo recibieron la llamada telefónica diciendo que habían encontrado al donante.
Hay escasez de donantes en el mundo. Hay muchas personas propensas a donar órganos, pero no lo hacen por muchas razones, dónde posiblemente pesa más la religiosa. En el judaísmo se piensa que la gente debe ser enterrada “completa” para el día de la resurrección, lo que contradice el precepto que dice que se puede hacer lo que sea para salvar la vida, incluido violar el shabat; eso incluye salvar la vida de los demás.
Desde 2010 en el mundo se han realizado 104,321 trasplantes que representan 15.12 por millón de habitantes. Hay países cómo Ghana donde no se realizó ninguno. En los Emiratos Árabes se realizaron 19, exclusivamente riñones. En Israel se realizaron 232 o 31.78 por millón de habitantes, en México se realizaron 2,385 o 21.56 por millón, En Estados Unidos fueron 27,443 o 86.41 por millón.
Los números son muy reducidos y hay escasez de órganos, y tanto por la escasez como por la dificultad de transportar órganos (en Israel buscan mover a los pacientes hacia dónde se encuentra el donante) no se puede globalizar esta acción médica. Los criminales han encontrado una ventana de oportunidad; hay “turismo de órganos” y casos de criminales que se aprovechan y roban órganos asesinando al donante.
Existe una brecha entre el número de los registrados cómo donantes, que son insuficientes y los donantes que finalmente donan.
Siempre que me preguntaban si quería registrarme como donante descarte la solicitud, tal vez nunca entendí la verdadera importancia de ese gran hecho de generosidad, la filantropía más elevada, entregarle a otros nuestra propia vida, especialmente cuándo esta se haya ido.
La muerte de mi querido Adam me llevó a enfrentar esta realidad, encontrarme con esas familias que no encontraban palabras para agradecer, me llevó a registrarme como donante.
El acto más elevado de generosidad y entrega en el judaísmo es aquel en el que nadie té puede agradecer.
Busque a los que recibieron los órganos de Adam no para que me dieran las gracias, sino para ver esa vida. Fui a encontrar a mi nueva familia extendida.
De los cuatro que encontré dos eran judíos y dos eran árabes, lo que posiblemente me dio más júbilo. Seis son hombres y una mujer (riñón y páncreas). Fuera de un hombre de 90 años (Cornea) y uno de 60+ (pulmón) los demás son jóvenes. Para Adam que siempre fue inclusivo y que en su alma no anidaba la discriminación hubiera sido motivo de alegría ver la riqueza de su generosidad.
El camino de Adam por este mundo terminó, aunque para los que piensan en la trascendencia, este es el acto máximo por el que puede trascender un ser humano.
Un día después del encuentro nació en ese mismo hospital mi sobrino nieto que fue nombrado Adam, y así la vida sigue en un carrusel de lágrimas de tristeza y alegría.
Consuelo
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