La memoria de la piel: abuelos olvidados
Por: Arely González Rodríguez

Lo más reconfortante después de estar varios días fuera de casa, es regresar y ver a tus seres queridos, acariciar a tu perro y mirar cómo juegan los primos más pequeños. Hace unos días llegué a casa, y como es de costumbre, saludé a toda la familia y me dirigí hacia la casa de mamá Sofi, mi abuela. Me causaba tanta emoción saludarle, darle un beso y abrazarla con tanta vehemencia, pues había pasado mucho tiempo sin verle y sin escucharle todas las historias que ella me contaba, sin embargo, esa mañana tuve que esperar puesto que habían venido a la casa muchos abuelitos, los cuales platicaban, reían y contaban relatos que sólo ellos entendían.
Cuando terminaron su charla profunda, entré a saludar uno por uno. El gusto de los ancianitos se dibujó en su cara al verme, me hacían preguntas de todo tipo, en especial de la escuela y de lo acontecido en la ciudad tras el terremoto.
Pasando un tiempo, las personas se empezaron a ir una a una y mi abuela les decía –No se olviden de regresar en la tarde para comer, ya que el tiempo es como el agua, se va muy rápido.- Los ancianos agradecen tal gesto de mamá Sofi, y confirmaban su asistencia para comer juntos otra vez por la tarde.
-¿Por qué les dices que vengan a comer en la tarde mami Sofi? –pregunté, para después guardar silencio.
-Hija, no se trata de fiesta, si es lo que piensas. Realmente me gusta disfrutar la compañía de cada uno de estos viejos. Todos nos apoyamos, nos escuchamos y nos reímos para olvidarnos del dolor que aqueja a nuestro cuerpo, a nuestra alma. Algunas de las personas que viste hoy, van caminando con dificultad en la vida, no lo digo por su edad, sino por su situación… Cuando entra el otoño, es mejor estar acompañado. –dijo mi abuela, tras un largo suspiro.
Estuvimos platicando mi abuela y yo durante toda la tarde, y durante toda la tarde, miraba su rostro marchito por los años, contemplaba las nieves del tiempo en su pelo, e imaginaba a detalle su pasado hecho voz. El cansancio del viaje no me rompió, pero sí lo hicieron las historias de Marianita, Lupita y Chuchito, personas de las que habló mamá Sofi mientras estuvimos juntas.
Marianita
Marianita es una mujer que perdió a su marido hace siete años, cuando ella tenía ochenta. Su vida se le dificultó tras la partida de Juan, el hombre que fue el amor de su vida, acompañante en este viaje tan corto que se llama vida. Juan, aún conservaba fuerza para ir al campo, sembraba, cuidaba su cultivo y siempre estaba al pendiente de la cosecha. Cada cierto tiempo llevaba leña a su casa, para que su mujer preparara las tortillas que él tanto disfrutaba. Una mañana de abril, murió por una serie de disparos en la espalda, nunca se supo quién fue el que cometió semejante acto. Al día de hoy, Marianita vive en una choza de madera, la cual le entra el agua cuando llueve y sólo sobrevive con lo poco que logra ocultar de la ayuda que recibe del gobierno, pues su único hijo, llega y le quita el dinero. Bien dice el dicho, al nopal sólo se le arriman cuando tiene tunas.
Chuchito
Si quieres descomponer a una persona, dale todo el amor y entrégale todo el dinero. Ése fue el error de Chuchito el roto, quien decidió consentir a sus hijos por igual, pero jamás, jamás transportó valores de familia a los chamaquitos. Chuchito era una persona de muchísimo dinero, tenía monedas de oro y plata que había heredado de su abuelo revolucionario, sentíase Rey del pueblo, tenía más mujeres que dedos, y producto de esto, tuvo muchos hijos. Cuando el otoño le cayó encima, a sus hijos les vino la primavera. Se empezaron a casar uno a uno, y él con gusto les pagaba la fiesta, el tequila y la boda. El problema vino después, cuando éstos ingratos empezaron a exigir más a Chuchito y éste se negó a apoyarlos. Como consecuencia, empezaron a golpearlo y a maltratarlo. Lo sacaron de la casa y lo expulsaron al establo, donde ahora comparte espacio con las vacas, los caballos y los cerdos. Ese no es el trato que debería tener una persona de setenta años.
Lupita
De Lupita no se mucho, es un misterio. Sólo sé que tiene setenta y tres años, y está loca como una cabra. No escucha bien, olvida su nombre e inclusive se olvida de comer. Sus hijos la abandonaron hace más de veinte años, nadie sabe nada de ellos. Subsiste con las limosnas que le dan, y con lo poco que le logra obtener por las cositas que vende. Vive sola y se cuida lo más que puede, y sólo viene a casa cuando se acuerda del camino.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al escuchar las historias, al mismo tiempo rabia del saberlo, muchas personas de la tercera edad mueren en soledad, en sus casas y tardan días en darse cuenta de su fallecimiento. Los hijos olvidan a sus padres después de que les firmaron las escrituras, cuando tienen un trabajo muy importante y no tiene tiempo para visitar o saber si están bien, tenemos la obligación legal y moral de cuidar de los seres que cuidaron de nosotros.
Pobreza, maltrato o abandono caracteriza a ocho de cada diez adultos mayores en México, según ha documentado el Instituto Nacional de las personas Mayores (Inapam). Las posibilidades en México de vivir una vejez digna para la mayoría de las personas adultas son muy remotas, porque este sector de la población tiene el índice de desarrollo social más bajo.
La Asamblea legislativa avanzó en modificaciones a diversas normativas para sancionar hasta con tres años de cárcel a quienes abandonen a adultos mayores o personas con discapacidad. Por unanimidad, los legisladores locales avalaron reformas al Código Penal, a la Ley para la integración al Desarrollo a las personas con discapacidad, todas en la Ciudad de México.
Surge la iniciativa de la necesidad de salvaguardar y garantizar la protección, el ejercicio de los derechos y la seguridad de las personas de la tercera edad y las personas con discapacidad, que son altamente vulnerables y, en muchos de los casos, incapaces de valerse por sí mismas, necesitando del apoyo y cuidado de sus familiares o tutores.
Lamentablemente hoy en día los adultos mayores son vulnerables al maltrato ya sea físico, sexual, psicológico, emocional, económico o material, a la falta de atención y a graves pérdidas de dignidad y respeto, lo cual muchas veces converge en su total abandono por parte de familiares.
El diputado José Refugio Sandoval propuso una iniciativa y reforma de los artículos 335, 336 y 337 del Código Penal Federal para incluir como delito al que abandone a un adulto mayor y establecer sanciones de un mes a cinco años de prisión, además de la privación de los derechos de familia y pago, como reparación del daño, de las cantidades no suministradas oportunamente por el acusado.
En el Estado de Puebla, uno de cada diez adultos mayores (60 años en adelante) son abandonados por sus familiares con estimaciones de instituciones como el DIF y lo que indica que más de 60 mil ancianos se encuentran en esta situación a pesar que existe el artículo 352 en el Código Penal del Estado de Puebla .- Al que abandone a una persona, incapaz de valerse por sí misma, teniendo aquella obligación de cuidar a ésta, se le impondrá de dos meses a seis años de prisión y multa de cinco a cincuenta días de salario. No se ha castigado a las personas infractoras y tampoco se demanda por los afectados, hablamos de una ley inservible.
La memoria de la piel: abuelos olvidados
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