Las falsas garantías de la democracia

Por: Gerardo Daniel Mendoza Lamegos
Los últimos dos meses, he observado cómo se incrementan los reportajes noticiosos en donde incluso se invitan a especialistas o académicos para que emitan sus análisis con respecto a la crisis política que acontece en Venezuela; pero más aún interesante me parecen aquellos en los que se habla de China, pues todos apuntan a reforzar la idea generalizada y hasta cierto punto prejuiciosa de un país autoritario y que tiene poca tolerancia con su prensa. Mi inquietud con estos reportajes nace debido a que los observo con recelo y cierta desconfianza, porque cabe preguntarse ¿cuál es el objetivo que persiguen los medios de comunicación masiva al insertar este tipo de contenidos en la opinión pública? Y ¿bajo qué parámetros o modelos los especialistas y medios de comunicación masiva fundamentan sus argumentos para emitirlos?
Para responder las anteriores preguntas me atreveré a decir que la mayoría de los programas noticiosos (ya sean de televisión, radio, internet) llevan insertada una perspectiva de la democracia occidental, donde naturalmente las primeras potencias occidentales son las que se erigen como modelos, ejemplos y arquetipos de auténticas democracias, donde además, se transmite y populariza una forma de gobierno única, posible y legitima, que debe y será aprobada por occidente y por la opinión pública a nivel internacional; y para aquellas naciones que se salgan del estándar o lo convencional, la opinión pública tenderá escandalizarse o reprobar. Pero, ¿qué garantías ofrece una democracia de corte occidental y por qué debe resultarnos tan conveniente? Varios académicos han vertido sus opiniones a favor de las democracias modernas, pero creo que nadie lo hizo más fondo como Samuel P. Huntington. En su obra “La tercera ola”, nos habla de cómo se suscitaron las últimas democratizaciones del siglo XX en diferentes países. Para Huntington, el éxito del “procedimiento democrático” reside en la garantía de poder elegir aquellos “líderes” aptos para el ejercicio del gobierno, y como he cuestionado anteriormente ¿cómo se saben o se miden las aptitudes de las élites para el ejercicio de las funciones públicas? Ni Schumpeter, ni Sartori, ni Dahl, ni Bobbio, ni el mismo Huntington (quienes fueron férreos defensores de la teoría elitista de la democracia) dieron las pautas para resolver este cuestionamiento. Por otra parte, Huntington también nos agrega que es necesario para la supervivencia de una democracia lo siguiente: competencia y pluralismo político; para ello ésta misma debe descansar en las garantías de la universalidad del voto, la existencia de uno o más partidos opuestos al tradicional que había antes de la democratización, la libre prensa y la ausencia de presos políticos. Estas garantías, aparentemente hacen que una democracia pueda llamarse así, pero cuando una garantía se vulnera o se ausenta puede pensarse que se ha quebrantado el pacto democrático, o por lo menos esto es así a ojos de quienes observan con una mirada pro – occidental. La razón de decirlo así, es porque mucha de las veces los juicios emitidos, y que además son bastante severos cuando se juzga esta o tal nación, son sumamente hipócritas. Las garantías que tanto defiende occidente y que preconiza a todo el mundo no son respetadas ni en su mismo territorio, y los países que han adoptado este modelo de democracia tampoco lo han llevado a cabalidad, por lo que pregunto ¿qué nos permite opinar con respecto a la madurez democrática de una nación ajena a la nuestra? A pesar de que México dista de ser una democracia modelo, los programas noticiosos de nuestro país nos informan que China es autoritaria y su prensa censurada severamente por su gobierno, y que Venezuela sufre por un gobierno que ha tomado tintes dictatoriales.
Debemos mirar con recelo las opiniones que pretender insertarse en la opinión pública, ya que las garantías de la democracia se encuentran en problemas en todas las naciones. Ahora bien, algo que es de admirar del gobierno chino, es un principio que practica continuamente, y es el de “no intervención”, el cual consiste en respetar y abstenerse de opinar de la vida política de una nación. Por otra parte, y a salvedad de que pueda salirme del tema de este artículo, quiero preguntarles ¿el creciente número de notas que tildan a China de un país represor y antidemocrático será una campaña de desprestigio que pretende alejar a México y otras naciones del gigante asiático debido a que occidente pierde cada vez más terreno político y económico?
1. Huntington, S. (1994). La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX. Barcelona, España: Paidós
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