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Los tiempos donde se tenía sangre azul


¿De dónde viene el término ser de “sangre azul”?

A partir del siglo VIII d.C. y durante casi 5 siglos, los moros gobernaron grandes territorios de la Europa meridional incluyendo la península Ibérica, en donde los castellanos de tez clara y moros de tez
oscura se mezclaron dando origen a castellanos de tez morena.

No obstante, ciertos aristócratas de la región no se asociaron con los moros sino que se les permitió vivir sin ser molestados en las montañas de Castilla donde evitaron exponerse al sol para conservar su tez blanca y mantenerse alejados de los extranjeros. Como consecuencia su piel se tornó muy pálida en donde las venas se traslucían de un color azul intenso. Por eso se les llamaba a los castellanos de clase alta como “los de sangre azul”. Cuando los ingleses se enteraron de ello, decidieron aplicar el mismo término a su propia aristocracia.

Aparecieron los llamados “Nobles” o “puros”, una simple característica de identidad que los hacia diferentes. Obviamente tenían que salir de vez en cuando a la sociedad, pero normalmente estas personas de “sangre azul” se vestían diferente ante todos, ocultando su piel con vestidos largos para las mujeres y camisas de manga larga para el caso de los hombres, se comportaban diferentes con respecto a los demás habitantes de la península Ibérica.

Fueron los monarcas y nobles de Castilla quienes buscaban crear un reino cristiano y tener una sola ley para todos. Los moriscos eran considerados infieles, y se creía que a Dios le ofendía su presencia en España. Después de muchos años se tomó una decisión: había que expulsarlos.

La reina de Castilla Isabel I y Fernando de Aragón deciden casarse para formar el reino de España y finalmente expulsar a los musulmanes. Fue en 1492, donde el último reino musulmán que quedaba en la península el reino de Granada, se rindió ante los reyes católicos, Isabel y Fernando.

Según los acuerdos de la rendición, los musulmanes del lugar recibirían derechos similares a los de los mudéjares. Los líderes católicos comenzaron a perseguir a todos los musulmanes de España y a presionarlos para que se convirtieran en católicos, imponiendo así su cultura. Estos protestaron al ver que se estaban violando los acuerdos y en 1499 se rebelaron. El ejército aplastó la  rebelión, pero, a partir de entonces en un lugar tras otro se obligó a los musulmanes a convertirse en católicos o a marcharse. A los que decidieron convertirse y quedarse se les llamó moriscos.

Para 1526, el islam estaba prohibido en toda España, pero muchos moriscos continuaron practicando en secreto su religión. La mayoría de ellos conservó su cultura y sus costumbres. Al principio se toleró que los moriscos fueran católicos solo en apariencia, pues eran muy necesarios sus servicios de artesanos y peones, así como pagar sus impuestos. Sin embargo, se les negaban a integrarse en la sociedad y no se les reconocía legalmente, así que fueron discriminados tanto por el gobierno como por la gente. Y las sospechas de la Iglesia en cuanto a la sinceridad de su conversión no hacían más que alimentar los prejuicios.

Al poco tiempo, la tolerancia se convirtió en presión. En 1567 se hizo pública la decisión del rey Felipe II de prohibir el idioma, la vestimenta, las costumbres y las tradiciones de los moriscos. Esto provocó una nueva rebelión y un gran derramamiento de sangre. El prejuicio y el temor de que los moriscos traicionaran a la corona de España hicieron que el rey Felipe III tomara en 1609 la decisión de expulsarlos. Durante los años siguientes se persiguió a todos los sospechosos de ser moriscos.
Así, con esos métodos tan indignos, tan barbaros y tan ingenuos, España se convirtió en un país completamente católico.
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